sábado, 5 de enero de 2013

... pero es que hay cosas que nunca se olvidan

Ya lo decían Rafa Cabello, Joaquín Rodríguez, Arturo Pérez y Emilio Sancho, Los Nikis, cuando Algete dominaba el Mundo.


Allá por los 80's Los Nikis nos cantaban aquello de...

Hace mucho tiempo que se acabo
pero es que hay cosas que nunca se olvidan
por mucho tiempo que pase.
1582, el sol no se ponia en nuestro imperio
me gusta mucho esta frase.
Con los austrias y con los borbones
perdimos nuestras posesiones.
Esto tiene que cambiar
nuestros nietos se merecen
que la historia se repita varias veces.

(La letra de El Imperio Contraataca)

Y es que en España, los españoles podemos vivir sin saberlo, pero somos incapaces de vivir sin contarlo. Y esto es lo que nos pasó con la siesta.
Señoras, Señores, hemos perdido la siesta. La siesta ha sido nuestra ruina. Y no ha sido nuestra ruina por dormirla, no. Ha sido nuestra ruina por contarla.
Porque, ¿qué se dice en el mundo de los españoles? Algo así como "Qué simpáticos son, qué amables, que acogedores, qué agradables y, sobre todo, ¡qué bien que duremen la siesta!" Y así, los que antes nos visitaban y nos admiraban por nuestra siesta y nuestra forma de entender y vivir la vida, sensata o insensata, según se opine, hoy son los mismos que nos visitan y nos ejecutan públicamente.
Vamos a ver, españoles, para ser un perdulario, es decir, un viciuoso incorregible, y que no te descubran hay que ser, básicamente, discreto. Discreto... y un poco cínico. Pero, fundamentalmente, discreto. Como dice el dicho, "si careces de ética, tienes que tener estética".
Si eres vago, informal e impuntual (no lo digo yo, lo dice una encuesta triokoeuropea), incapaz de cumplir un horario, que además te tiras media jornada degustando "el desayuno de media mañana", ¡no lo cuentes al mundo, alma cándida! ¡No presumas de ello, capullo! ¡Cállatelo, "atontao"! Disfruta de tu modus vivendi y no des cuartos al pregonero, disimula, silba, haz como que no ves... Y si te remuerde la conciencia, ¡vete a confesar! Que el cura párroco te perdonara tus cuitas con tres padrenuestros y cinco avemarías ¡y tiene que guaradr el secreto de confesión, bocazas!
Pero no. El españolito lo cuenta: al peluquero, a la portera, a los amigos, a los enemigos, a su propio jefe (que hace lo mismo que él, desde antes y hasta después), al policía de barrio y (ahí viene el grave problema) ¡AL TURISTA! ¡Al turista no le cuentes nada, coño! Que el turista es el que nos provee de fondos como los FEDER, la PAC, los FSE, etc.
Él, ese turista que viene a España a coger sol, de sol a sol, en esa misma jornada que él trabaja durante once meses con productividad, que paga sus impuestos (que aquí el que escaquea impuestos y no paga  a Hacienda se lo cuenta entre chirigotas al mismísimo Inspector de Hacienda de su localidad), ahora se ha convertido en insolidario y se niega a seguir pagando nuestro impuestos por nosotros. ¡Será mala gente!
Los mercados europeos han captado la gracieta de ese éx-político sevillano, aquello de "me gustaría vivir como vivo, pero pudiendo". Los mercados lo han entendido perfectamente y ahora se niegan a subvencionarnos. ¡Qué tiempos, Macarena!
Pues peor para ellos, que morirán jóvenes. Sí, morirán jóvenes, porque la siesta es parte de la sanísima y pervivente dieta mediterránea. La siesta es ese ingrediente secreto que hace que haya más españoles centenarios que suizos, alemanes, nórdicos o gabachos centenarios. Esa Santísma Trinidad está formada por el café (el padre), la copa (el hijo) y el puro (el espíritu santo).
La siesta es el ingrediente que lleva al perfeccionamiento de una comida satisfactoria. El trabajador español, tras una comida sana y abundante, comparte con sus compañeros de mesa largas charlas, tertulias e incluso peroratas, se fumaba un puro lenta y gustosamente (digo fumaba, porque ahora ya no se puede fumar a la mesa del restaurante y hay que salir a la cortesana calle), bebía su cafelito, se calzaba una o dos copitas de cazalla y, cansado de tener razón (como siempre) y comprobar que el resto del mundo se equivoca (incluidos algunos de sus contertulios), se retiraba prudentemente a meditar, calcular y cavilar a sus estancias más íntimas.
El último lujo del medievo español, la siesta, nos lo quieren quitar. Europa nos ha hundido en la miseria. Ya perdimos el derecho de pernada en el siglo XVII (que no pudo restaurar Orwell en su novela 1984 con "La ley por la cual cada empresario tiene el derecho de dormir con cualquiera de las mujeres que trabajan en su empresa"  y ahora nos van a quitar la siesta para que no podamos ni siquiera acostarnos solos y dormir a pierna suelta el sueño de los justos.
Efectivamente, Nikis, "Esto tiene que cambiar nuestros nietos se merecen que la historia se repita varias veces (...) Los McDonals estan de vacas flacas ha vencido la tortilla de patatas
en Las Vegas no hay black jack solo se juega al cinquillo y la moda es el rojo y amarillo.

La siesta está ligada a los deseos, así que deseo verte por aquí

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