martes, 8 de marzo de 2011

Sin teta y sin arco

Hoy publica esto en El Mundo la escritora maña Cristina Fallarás, entre inanición e inanición

Dado que en estos tiempos principio de mes es fin de mes, y viendo que llega la primavera, he decidido tomar medidas radicales y comerme un jersey. Era el único jersey sin agujero que me quedaba. Grande, eso sí, lo que me ha permitido invitar a unas amigas. Antes éramos jóvenes profesionales (por definir al grupo). Ahora simplemente no sabemos qué pensar.
De entrada prepararé una crujiente tempura de manga derecha. Sé que, por la fecha, empezaremos recordando los tiempos en que discutíamos sobre el día de la mujer trabajadora, que si es necesario seguir con la lucha, que si queda mucho por hacer, que si es una fecha tremendamente conservadora y hay que mandarla al cuerno. Hacíamos esas cosas, cuando sabíamos qué pensar.

Espero que no se me pongan nostálgicas. He puesto la manga izquierda y el cuello a marinar, que la sisa es nervio duro, para el segundo plato. A las chicas les gusta acordarse de los tiempos en los que inventábamos coartadas para faltar al curro y echarnos una peluquería o quedarnos en la cama a tocar muslo o a cocer la resaca. Ahora inventamos curros. O sea, que una ha inventado que es escritora, otra que editora y otra que asesora de lo digital e incluso hay quien decide volver al becariato, de forma no exactamente voluntaria. No pasa nada, es sólo por tener una excusa para levantarnos de la cama. Qué cambio, lo de las excusas, bien pensado. En cuanto a lo del muslo, ni mentarlo, que no está el armario para alegrías.
Pero el momento fuerte de la velada vendrá con el postre, porque este no saber qué pensar viene con pregunta de postre. Basta de rodeos. Ésta es: ¿Una mujer es trabajadora porque trabaja o porque cobra? O dicho de otra manera: ¿Una persona que se desloma sin cobrar, o cobrando una cantidad de dinero que lo sitúa en el clan de los Kinte, por la parte de Kunta, puede considerarse un trabajador o no?
Sé que cuando sirva este postre agridulce tan del gusto de la casa, mis invitadas sacarán la teta que se cortaron y gritarán al unísono consignas del tipo: “¡Volvamos al género!”, “¡Sálvese quien pueda!”, “¡Cobremos en yuanes!” y esa clase de proclamas amazónicas que acarrea la amputación de una teta para usar el arco cuando te han robado el arco y el caballo.
Entonces, sí, ya estaremos preparadas para terminar con el jersey y meternos unas dosis de ese magnífico estimulante de la hilaridad que siempre traen ellas y se llama 37-años-cotizados. Por la vena.