jueves, 13 de diciembre de 2012

¡Manda huevos!

Estamos en crisis y, por ello precisamente, hemos de buscar, recordar y valorar más las cosas buenas que tiene la vida.

Y una de las mejores cosas de la vida, en tiempo de crisis, es el huevo.

El huevo es un alimento completo, rico en proteínas (albúmina, principalmente), que es la clara, y lípidos. Es, además, un alimento de fácil digestión, no es caro y, últimamente, una parte importante de la cocina de autor gira en torno al huevo. No así, su creadora, la gallina, excluída drásticamente de la vanguardia de la cocina de autor. Quizás por ese aspecto desaliñado, raro, imprevisible, anárquico,...

Pero el huevo está, gastronómicamente hablando, en toda cocina que se precie de ser criticada en las revistas especializadas. ¡Vamos, que si no haces algo original con el huevo en tu cocina puedes perder tu Estrella Michelín, o tu Sol Campsa! Si no demuestras tu talento superando en tu cocina al par (los huevos siempre van por pares) de huevos fritos con patatas y jamón, quedarás como un cocinillas pedante y sin imaginación culinaria.
También es cierto que la gallina es conocida como un putón bervenero (¡vaya usted a saber por qué!). Pero es que hay gallos,... ¡y gallos! Y, realmente, la pobre gallina no puede hacer nada contar el ímpetu procreador del gallo de corral, que es capaz de darse una vuelta por un corral con 180 gallinas y pegarle a cada una de una manera, zampándose el kamasutra en menos que canta el propio gallo.
Y, si te descuidas, le da dos vueltas al gallinero, repite con todas y tienes que ponerte contra la pared por lo que te pueda pasar.
Pero, volviendo al huevo que nos ocupa, con esa cáscara perfecta, tan bonito, tan armónico, tan limpio,... Hasta hace no mucho tiempo los huevos también servían para alegrar las situaciones de crisis. ¡Sí!   

Porque el huevo, bajo esa cáscara perfecta. esconde un majar, una vida que palpita en su interior que sabemos por experiencia que, incluso en la mesa más sofisticada, es capaz de saltar hasta tu corbata de Hugo Boss, dañándola de forma irreparable. Y ese huevo, esa caja de cartón, esa gallina desorejada y bervenera se puede convertir en un arma perfecta en tiempos de crisis. Es sólo cuestión de practicar un poco con la diana en el campo de tiro para perfeccionar el arte del huevo arrojadizo.
¿Qué fue primero, la gallina o el huevo? ¡Y qué más da! Lo importante es que la gallina es la nueva Instalaza albúmica, nos proporciona proyectiles arrojadizos y explosionantes en las chaquetas y pamelas de l@s polític@s mentiros@s, de l@s concejales corrupt@s, de l@s banquer@s que son rescatad@s con mi dinero (y con el tuyo, querid@), de todos los que meten la mano en la caja común que ahora está vacía y que hay que rellenar con los hemodialíticos y los oncológicos a 5 € el viaje en ambulancia.
Antes, hace muchos años, se tiraban huevos cocidos por estos motivos (que supongo harían más daño). Ahora es momento de tirar huevos crudos contra los culpables de esta situación, ver cómo estallan en esas chaquetas impolutas, en esas pamelas de gasa volandera y también en esos jerseys de líder sindical que sólo vive por su salario y sus subvenciones para seguir viajando en Club en el AVE y de saber que se ha hecho justicia gastro-estética contra estas personas de chaqueta, jersey o pamela.


El huevo está ligado a los deseos, así que deseo veros pronto por aquí



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